El hueso de su hombro me recuerda al perfil de una pequeña montaña,
de esas que besan al cielo diario y soplan besos en forma de neblina.
Estoy segura de que las pecas y lunares de su espalda forman alguna constelación,
pero aún no la memorizo lo suficiente para identificarla en los mapas astrales.
Y si no la forman, cuando él este distraído puedo unirlos con líneas punteadas
seguro tendría el dibujo de un barco o un avión de papel
Sobre su hombro el paisaje se ve diferente;
no reconozco nada, pero es un verde vivo
en un horizonte etéreo.
Y lo mejor de todo esto es que me he pellizcado
y no, no lo he soñado.