Llego a la entrada del edificio y busco en mi nuevo llavero compuesto por 12 llaves la que corresponde al portón del estacionamiento. Pongo el freno de mano, apago el coche, camino a la puerta, abro el candado y quito los 3 pasadores del portón oxidado. Tarea - abrir la puerta del estacionamiento: done.
Echo a andar de nuevo el coche para hacer los 10 movimientos que implica estacionarme en el cajón entre el Chevy del vecino, el Stratus gris de los coreanitos, las bicicletas y los botes de basura del edificio. Tarea - estacionarme en mi lugar si golpear propiedad ajena: check (o bueno... casi).
A veces algún vecino (guapetón) me echa la mano y cierra el portón en lo que yo hago mis mil movimientos en el coche al mero Austin-Powers-Style... otras veces llego ya demasiado tarde al edificio, todos están dormidos y me toca dar tropiezos en un edificio al que todavía no reconozco en la oscuridad.
Saco el llavero y selecciono las otras 3 llaves que abren la puerta de mi nueva guarida. Abro la puerta y respiro. Confieso que me gusta el olor de mi departamento: no huele a nada... o huela a mi... o huele a mis cosas... o huele a la ausencia de ellas. Es un lienzototote en blanco.
Es un espacio amplio y vacío, podría patinar ahí si quisiera... pero no sería capaz de hacerle esa agresión a ese piso laminado. (Mejor patinaré en calcetines).
Casi siempre, después de trabajar cambio mi look Godinez por unos jeans y mis tenis... y me salgo a caminar. Camino hasta la colonia de enfrente... y de regreso. Sólo así podré conocer mi territorio. Ya me saluda el español que tiene una cantina acá a la vuelta: y sólo pienso - Ya me reconocen los de la colonia: ya soy oficialmente "la vecina".
Saco las otras 2 llaves que abren la pequeña terraza y fumo un cigarrito mientras veo pasar los coches. Escucho a los vecinos... sus platicas... sus mentadas de madre... sus claxonazos... el bullicio de Chapultepec a una cuadra... la risa de mi rumi viendo True Blood... todo comienza a hacerse cada día más familiar.
Hay una lámpara de helicóptero en mi cuarto que me dejó su último dueño. No me atrevo a quitarla... ya es tan mía como si yo la hubiera puesto ahí desde un principio.
Habrá una pared turquesa... y un pizarrón negro... y un futón... y una pared con marcos blancos... muchas desveladas... y muchos platos sucios... y mucha ropa que lavar a mano... y una silla Barcelona blanca... y muchas flores... y muchas fotos... y muchos recibos de luz que pagar... y muchos mezcales... y muchas deudas... y mucha música pa alimentar al corazón...
y me encanta la idea.
(Bienvenidos)