Leí por ahí alguna vez que hay lugares de los que uno no debería revelar las coordenadas, para que se mantengan mágicos y secretos... para que sólo lleguen los pocos que han escuchado de él.
Uno de esos lugares es una playa perdida entre manglares, donde se funde la laguna con el mar y la arena blanca acaricia el contorno de un río turquesa que rodea al pequeño pueblo. Para cada viajero, el recorrido a este lugar diferente.
Su nombre es Chacahua.
El viajero al llegar se compromete a dejar el lugar como estaba cuando llego: limpio y pasivo. Aquí no hay grandes lujos. Pequeñas casas, habitantes de corazón enorme, cabañas humildes, baños compartidos, enramadas para llegar a acampar... y el mejor atardecer que haya visto.
En la cima del cerrito que bordea el pueblo semi-virgen, hay un faro.
Es viejito y corroído por la humedad y la sal (aparte le faltan escalones).
La primera vez que subí, yo tenía pavor de esas escaleras de caracol, que llegaban a la cima con una escalera marina... taquicardia, ganas de vomitar, de todo sentí con esa escalera del diablo.
Pero Nats subió antes y me dijo
- Querida, debes hacerlo: la vista aquí es inigualable.
Tssss...
Que me amarro las tripas y subí al faro.
Recuerdo ese atardecer en ese faro, si si.
Desde el punto más alto puedes ver el pueblito de Chacahua, tan chiquito y sencillo, rodeado de una laguna que serpentea entre el paisaje verde y los manglares.
Al otro lado, una playa completamente virgen, de la cual el ojo no alcanza a ver el final.
Sólo se escucha en ese punto las olas, el viento y las garzas. Nada más.
El rompeolas a media tarde es el lugar para meditar por excelencia,
escuchando el mar y sintiendo la brisa que dejan las olas al colisionar
mientras ves salir de entre las rocas cangrejos color turquesa.
Es un lugar pa liberación de tortugas golfinas
(si van en la época indicada, pueden ayudar a llevarlas al mar).
Se dice que en las noches, cual película de Steve Zissou,
en la laguna habitan moluscos que brillan en la obscuridad.
También ahí hay un montón de pulgas de mar, moscos y bichos del mismísimo Satanás,
pero esas historias de terror se las dejo pa otro día.
La última vez que fui fue hace 3 años. Un pedacito de mí se quedó allá.
Es de esos lugares a los que uno siempre añora regresar.
...y espero ese regreso sea pronto.
El recorrido es largo, bien largo... pero la experiencia vale la pena.
Si van, les recomiendo ir con fecha abierta de regreso,
muy probablemente se querrán quedar allá más tiempo del que habían planeado.